domingo, 23 de noviembre de 2008

(62) JULIO CÉSAR EN SEVILLA (2). La crítica

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G.F. Haendel por Thomas Hudson (1749)



Mientras suenan las primeras notas de la obertura se alza el telón y vemos una nave llegar al puerto de Alejandría. Sin embargo lo que sucede sobre el escenario no nos llama tanto la atención como la marea de cabezas que dentro del foso comienzan a agitarse de un lado a otro. Desde estos primeros instantes ya nos podíamos ir haciendo una idea de lo que las cuatro horas restantes de velada nos iban a deparar pues se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que la Orquesta Barroca de Sevilla fue la gran triunfadora de la noche.

Orquesta Barroca de Sevilla

Y en verdad que es un orgullo para todos los que amamos este tipo de música que nuestra ciudad cuente con una agrupación con la calidad y con la entrega demostrada ayer por estos estupendos músicos en el Maestranza: el incansable y maratoniano continuo, los mágnificos solistas de viento y la cuerda en general, todos sonaron impecablemente a las órdenes de Andreas Spering aunque, de entre todos ellos, creo que habría que destacar la intervención de todos los músicos responsables del continuo y, en particular, la fantástica ejecución de Mercedes Ruiz al violoncello.


Uno de los grandes aciertos de Haendel logrados en "Giulio Cesare" es la diferencia de colores que consigue en cada número según sea la plantilla instrumental usada y que, como vimos en la entrada anterior, demuestra las grandes expectativas depositadas en esta ópera por el compositor sajón . Esta variedad quedó perfectamente plasmada en los mejores momentos de la noche. Entre éstos podemos destacar el hermoso efecto conseguido por el traverso en el aria “Priva son d’ogni conforto”, acompañando a la magnífica voz de la Cornelia de Marina Rodriguez-Cusi, el más sensual creado por la segunda orquesta en "V'adoro, pupille" o el espectacular solo de trompa natural, en el famoso “Va tacito e nascosto”, interpretado magistralmente por Jorge Rentería. La verdad, un auténtico regalo para los oídos.


TU QUOQUE, FILI MEI?

Pues sí, el director de escena alemán, Herbert Wernicke, debió pensar, algo habitual dentro de su gremio, que la música que a él le resultaba tan aburrida también debía serlo para el público. Por tanto ha decidido sazonar toda la representación con ingeniosos recursos para mantener el interés del que, por lo visto, la tediosa música de Haendel carece.
Y Boccanegra pregunta: ¿Por qué todo el esfuerzo por mantener un criterio coherente dentro del foso no encuentra más que incoherencias sobre el escenario? Mediten.
De esta forma José Julián Frontal, excelente en su papel de Achilla, vio cómo su primer aria “Vieni, o cara”, perteneciente a la ópera “Rinaldo”, era acompañada por las risas que entre el público provocaba la presencia de un ¡cocodrilo! Y cómo en su segunda intervención volvió a deleitarnos con el más absurdo de los streep-tease posible. Desde luego que no fue su noche.
Pero sin embargo el momento más criminal de ayer fue, sin duda, el vivido durante la interpretación del aria de Cleopatra “Se pietà di me non senti”. Auténtico centro de gravedad de toda la ópera y momento esperado con emoción por todo aquel que conoce medianamente la partitura fue constantemente boicoteado por el incesante desfile de soldados que mientras la dolorida reina intentaba conmovernos con su lamento no tenían mejor ocupación que, al son del bajo continuo producido por sus botas, ir desmantelando todo el escenario -¡Genial, Heriberto!


Y que decir del maravilloso dúo “Caro, Bella”, con el que se cierra la obra, y que fue literalmente destrozado por las continuas risotadas del público ante las payasadas del omnipresente y asqueroso reptil que, para colmo de depropósitos, recibió una de las más grandes ovaciones de toda la noche. Y es que va a resultar que tenemos lo que nos merecemos.

David Hansen, en el papel de Tolomeo, puso la nota desconcertante en lo que a voces se refiere. Chillón en el registro agudo y gutural en el grave su voz resultaba prácticamente inaudible en la zona central. Menos mal que gracias al “pasticcio” ideado para el tercer acto tuvo oportunidad de redimirse con la interpretación de la original aria “Stille amare”, perteneciente a la ópera “Tolomeo”, en la que tuvo su momento de gloria junto al bellísimo acompañamiento, una vez más, de la OBS.


Otra que no tuvo su noche fue, la por otra parte excelente cantante, Lola Casariego que vio como la maravillosa música creada para Sesto se le escapaba de las manos, aunque esto bien pudo deberse, según me cuentan, a su incorporación a la producción en el último momento tras la cancelación de la que en un principio estaba pensada para dicho papel, Tuva Semmingsen. Por cierto, si queréis ver a esta última cantando este mismo papel visitad mi anterior entrada:
JULIO CÉSAR EN SEVILLA (1). La víspera


TÓCALA OTRA VEZ, SAM

El tan controvertido asunto de los adornos en el “da capo” quedó una vez más al descubierto en la representación de ayer. ¿Es necesario adornar? ¿Es lícito que los adornos lleguen en ocasiones a desfigurar la melodía original? Cuestiones como éstas me las fui planteando durante toda la noche llegando a la conclusión de que en los da capo hubo mucho de improvisación por parte de los cantantes y bastante menos de algo de criterio que unificara los estilos por parte del director.
Quizá el mejor momento en relación a este asunto fue el protagonizado por César y la trompa natural al final del aria ya mencionada y que -¡Oh, casualidad!- al ser una cadencia a dos voces dejaba poco lugar a la improvisación. Sin embargo, otro de los absurdos de la noche, un momento de similar efecto no se pudo repetir en el maravilloso aria “se in fiorito” donde al ser eliminado el “da capo” nos quedamos con las ganas de ver que hubieran hecho César y el magnífico violín de Manfredo Kraemer.


VENI, VIDI, VICI



Además de la OBS el verdadero triunfador de la noche fue sin duda el Giulio Cesare interpretado por el contratenor americano Lawrence Zazzo. Magnífico en los dos primeros actos fue en el tercero cuando, ofreciendo lo mejor de su canto, se alcanzaron los mejores momentos de la representación. Si impresionante y llena de lirismo -¡por fin Haendel!- fue su interpretación de “Aure, Deh, per pietà” no se quedó atrás en su segunda intervención “Cielo! Se tu il consenti”, aria extraída en esta ocasión de la ópera “Orlando”.


¿Y qué podemos decir de la Cleopatra de Elena de la Merced? Cantante de hermoso timbre, más correcta en los momentos de bravura que en los más líricos e íntimos, su interpretación me dejó bastante frío, la verdad, no acabando de entender muy bien su sentido de la ornamentación en los diferentes "da capo" de las arias que cantó, como ya comenté anteriormente.

Para terminar, que esto me está quedando un rato largo, y para que Heriberto no se enfade conmigo, tengo que reconocer que en algunos momentos la acción, la escenografía, el canto y la música funcionaron como un todo perfecto: la losa de piedra oprimiendo de forma implacable a los desconsolados Sesto y Cornelia, con una luz que gradualmente iba dejando la escena en penumbra y mientras la conmovedora música de Haendel nos envolvía hasta llevarnos al borde de las lágrimas, fue uno de esos momentos que difícilmente podremos olvidar.

Última hora- Un poco traspuesto me he quedado tras enterarme por mi hermano de que el bueno de Herbert Wernicke falleció hace seis años. Bueno, creo que tampoco he sido tan cruel con su trabajo y que, esté donde esté, no me guardará rencor. Y, además, me recuerda que al final cantaba un "coro". Perdón por este desafortunado descuido pero, Iñaki, tú bien sabes que soy uno de los mayores defensores de ese lujo de coro que tenemos en Sevilla (y que tan maltratado es por casi todos). Ayer así lo demostró una vez más en su brevísima pero estupenda intervención.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cunado hablas de losa, te refieres a la piedra roseta, ¿no?

isuever dijo...

No decir nada del coro.... ya te vale!!!

Tanto trabajo y esfuerzo para que no se reconozca nada... snif!!!

Carmen dijo...

Uff,acabo de leer la crítica del diario de Sevilla con su título "Decepcionante debut de Haendel en Sevilla"...y a continuación..."Una confusa y oscura dirección escénica que altera la partitura original arruina el montaje de Giulio Cesare en el Maestranza"..
Coincide contigo Javi y con los que estuvimos allí en elogiar a la orquesta y en no entender ciertas cosas,como cortes de arias,apariciones de cocodrilos,rodamientos de cabeza..etc.Por supuesto discrepo de mi maestro Javier...Sé pietá lo disfruté mucho,no sé si por la inconsciencia de haber oído pocas versiones,o por que es un aria tan tan bonita,que me rindo sin críticas...la voz y los adornos me gustaron,la mudanza del escenario por supuesto que no.
Ojalá traigan más Haendel,al menos la música fue un deleite.

isuever dijo...

Grazie, caro!

XS dijo...

Vayamos por partes:
1º. Mari, la Rosetta estaba en el suelo y lo que llamo losa era una especie de espejo sobre el que se reflejaba.
2º. Carmen, que fueras capaz de emocionarte con el "se pietá" y yo no habla más en tu favor que en el mío. Pero en lo que sí que estamos de acuerdo es en lo genio que era ese tal Haendel.
3º. Y que viva el coro de mi hermano!

Anónimo dijo...

Anonadada me quedo con tu crítica. Yo, cocodrilos aparte, sólo puedo decir que disfruté.
Me encantó Julio Cesar, me emocionó la orquesta y, como siempre Iñaki, me encantó el coro.

PD: Que tonta fuiste Maria del Águila con no venir, porque la ópera fue...linda!

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