viernes, 19 de junio de 2009

(95) MONTEVERDI: DE LO POLÍTICAMENTE (IN)CORRECTO EN EL ARTE (1ª parte)

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Claudio Monteverdi (1567-1643)

Una muestra de la gran distancia recorrida por la vieja Europa en estos cuatro últimos siglos la podemos encontrar en el empleo hecho de la tan discutida, unas veces por impertinente y otras por necesaria, “corrección política”. Y es que incluso hasta las gratuítas puntualizaciones con las que a menudo, sobre todo nuestros políticos, llegan a irritarnos (los ya conocidos "vascos y vascas" por ejemplo) reflejan el grado de "refinamiento" al que ha llegado nuestra sociedad. Incluso la creación de nuevos organismos en los gobiernos europeos, como el ministerio de Igualdad español, dice mucho del progreso social alcanzado por nuestra sociedad, aunque, a veces, bien es cierto que este tipo de ministerios den la impresión de ser más la consecuencia de este nuevo y privilegiado estatus que un arma válida para el logro de nuevos avances sociales ¿Será éste el motivo de la tan éfimera existencia del ministerio de nuestra incomprendida Bibiana?


¡Qué diferente era todo en la Europa del siglo XVII! Entre las guerras internas provocadas por la intolerancia religiosa, el miedo al invasor turco y la represión general que todo esto propiciaba, la sociedad europea no contemplaba precisamente la corrección política entre sus más importantes prioridades ¿O sí? Lo cierto es que, a su modo, también el arte del barroco estaba sometido a las normas de lo politicamente correcto pero, como ya veremos, en términos muy diferentes.

Para ejemplificar todo lo dicho bien podríamos detenernos un poco en dos de las piezas más importantes incluídas en el VIII libro de madrigales, los llamados "Guerrieri et Amorosi", de Claudio Monteverdi: “Il combattimento de Tancredi e Clorinda” e “Il ballo delle ingrate”.


LA CONVERSIÓN DE LA INFIEL

Para la Iglesia posterior a Trento los protestantes y los infieles del imperio otomano venían a ser los dos cuernos visibles del mismo diablo. También el propio Torcuato Tasso al crear su Jerusalem Liberata (1562) se dejó llevar por esta presión contrarreformista ambientando su poema en la toma de Jerusalem por los primeros cruzados.

Torquato Tasso (1544-1595)

Años más tarde, en 1624, Monteverdi emplearía el canto XII de la obra de Tasso para la creación de su famoso “combattimento”.
Si de innegable belleza y emoción resulta la imagen de Tancredi descubriendo con asombro y horror cómo su contrincante abatido en la batalla no es otra que la hermosa e infiel Clorinda (siglo y medio más tarde Wagner usaría, de forma no menos hermosa, un equívoco semejante al despertar a su Brunilda), bastante más chocante nos resulta, por el contrario, el empeño que la moribunda amazona muestra por recibir las aguas del bautismo antes de morir :

Amico, hai vinto: io ti perdon... perdona
tu ancora, al corpo no, che nulla pave,
a l'alma sì: deh! per lei prega, e dona
battesmo a me ch'ogni mia colpa lave.


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Domenico Robusti: "el bautismo de Clorinda" (1585)

¿Se podría concebir en el siglo de la "alianza de civilizaciones" un asunto semejante?

LAS INGRATAS DE TASSO Y EL GRANUJA DE TIRSO

Más terrible es la lección que se desprende del “Ballo dellle ingrate” que con texto de Ottavio Rinuccini fuera puesto en música por Monteverdi en 1608. En esta breve pieza se nos describe la siniestra procesión formada por aquellas mujeres que habiendo despreciado a sus amantes o, sencillamente, por haberse mostrado indiferentes ante sus requerimientos amorosos son condenadas por Plutón, y ante el desprecio de Amor y Venus, a penar eternamente en los infiernos su terrible pecado.
Resulta, cuanto menos, curioso que por estas mismas fechas apareciera sobre los escenarios el personaje de Don Juan que, como de todos es sabido, es condenado al mismo destino que las ingratas, si bien, en este caso, más por sus excesos con el sexo femenino que por permanecer frío ante sus encantos. Qué rasero tan desigual para medir la moral de hombres y mujeres ¿no? Y es que para la llegada de Carmen y Lulú aún quedaba mucho camino que recorrer.
Al final del “ballo” la voz de una de las “ingratas” se alza en solitario en este bellísimo lamento donde exhorta, a modo de moraleja final, a todo el sexo femenino a que en adelante procuren ser más dóciles y complacientes con sus amantes si no quieren terminar del mismo modo:

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UNA DELLE INGRATE

Ahi troppo Ahi troppo è duro!
Crudel sentenza, e vie più crude pene!

Tornar a lagrimar nell'antro oscuro!

Aer sereno e puro,

Addio per sempre! Addio per sempre,

O cielo, o sole! Addio lucide stelle!
Apprendete pietà, Donne e Donzelle!

QUATTRO INGRATE (insieme)

Apprendete pietà, Donne e Donzelle!

Segue, UNA DELLE INGRATE

Al fumo, a gridi, a pianti,
A sempiterno affanno!
Ahi! Dove son le pompe, ove gli amanti!
Dove, dove sen vanno
Donne che si pregiate al mondo furo?
Aer sereno e puro,
Addio per sempre! Addio per sempre,
O cielo, o sole! Addio lucide stelle!
Apprendete pietà, Donne e Donzelle!

QUATTRO INGRATE (insieme)

Apprendete pietà, Donne e Donzelle!




Quizá a la sociedad de entonces todo esto no sonara tan incorrecto como hoy en día nos lo parece a nosotros. O puede que todo, en el fondo, no fuera más que un irónico juego con el que divertirse en la corte de Mantua ¿Habremos perdido nosotros la capacidad de ironizar sobre estos asuntos?
Sea como fuere lo cierto es que la música de Monteverdi para nada suena ni irónica, ni ambigua, ni, por supuesto, incorrecta ( No, la maravillosa disonancia del bajo en el último compás sobre el “si” tampoco es una incorrección, aunque lo pueda parecer. Lo del # en lugar del becuadro sí parece un error).


Sin embargo, Monteverdi nos preparaba una última y suculenta sorpresa: para Carmen y para Lulú puede que aún no hubiera llegado la hora, pero sí para Poppea.
(Continuará…)

viernes, 12 de junio de 2009

(94) GUIDO RENI: "CHARITAS"

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Guido Reni (1575-1642): "Charitas" (1630)

A veces, paseando por la red en busca de alguna que otra ilustración, y de un modo semejante a cómo uno descubre ciertas obras paseando por las salas de los museos, la búsqueda nos depara sorpresas tan maravillosas como la que hoy os traigo al blog.
Y es que nada mejor que esta joya del pintor italiano para refrescar los sentidos en estas, que ya comienzan a ser abrasadoras, tardes de junio.


Considerado durante demasiado tiempo un pintor anclado en la tradición más clasicista heredada de Rafael no fue hasta el siglo XX en el que la obra de Reni comenzó a ser valorada en su justa medida.
En este cuadro, fechado hacia el final del último periodo creativo del artista, se resumen a la perfección las principales características del pintor boloñés: un exquisito sentido de la sensualidad unido a un original e irresistible encanto.
Y es que todo, desde la delicada linea del dibujo hasta la no menos deliciosa gama cromática empleada, se combina en este cuadro para seducir al espectador desde el primer momento.
Especialmente llamativo resulta el empleo de la materia pictórica a la hora de tratar las diferentes zonas donde la piel aparece desnuda en todo su esplendor.



Un fragmento del vestido de la figura principal del que, al igual que en otras obras de Reni, se dice que casi es posible percibir el crujir de la tela.

"Muerte de Cleopatra" (1630).
Por los mismos años pinta Reni esta obra, una de las muchas que llevara al lienzo sobre el mismo asunto, y que, al igual que la que nos ocupa, nos muestra una gama cromática similar de un resultado no menos sensual.




Esquema compositivo de la obra

Para algunos estudiosos de la obra de Reni el ritmo y el movimiento que podemos encontrar en la mayoría de sus obras poseen una cualidad casi musical. Aunque tal observación pueda parecernos un tanto subjetiva, lo cierto es que Guido Reni nació dentro de un entorno muy musical, siendo su padre, Daniele, maestro de capilla en San Petronio, el encargado de instruir al pequeño Guido en el arte de la música.
Y es que, al igual que ocurre con el compás de cualquier composición musical, en la pintura de Reni toda la obra se compone a lo largo de las dos principales diagonales del cuadro creando una sensación de movimiento realmente espectacular. De la asociación entre unidad cromática del cuadro y la unidad tonal de, pongamos por caso, un madrigal no es necesario decir nada más. Si acaso, algo de música de ese otro gran genio (Mio Dio, Italia, come sei caduta in basso...!) al que es posible que Guido llegara a conocer. Para ello nada mejor que un poco de los "Madrigali Guerrieri et Amorosi" publicados por Monteverdi hacia 1638 dentro de su octavo libro de madrigales.


Una vista del cuadro en su emplazamiento en el Metropolitan de Nueva York


LA CARIDAD VISTA POR OTROS ARTISTAS

La representación de la Caridad encarnada por una mujer que cuida de tres niños ha sido una constante en la iconografía de la pintura occidental desde el renacimiento hasta nuestros días, siendo uno de los asuntos preferidos por la la Iglesia contrarreformista del siglo XVI. En las figuras de los tres niños no sólo podemos ver la representación de las tres Virtudes Teologales de la Iglesia, Fe, Esperanza y Caridad, sino que también sirven al artista, y especialmente en el caso de Reni, para hacer una tierna alegoría de las principales virtudes maternales: la protección, el alimento y la educación.


A continuación, el mismo tema pero visto por los ojos de otros pintores:


Lucas Granach (1510)

Andrea del Sarto (1518)

Jean Cousin (1530)


Cecchino de Salviati (1548)

Escuela de Fontainebleau (1560)

Anthony van Dyck (1628)

Jacques Blanchard (1636)

W.A. Bouguereau (1878)
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