domingo, 30 de noviembre de 2008

(64) LA INFANTA Y EL PINTOR

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Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660)
Autorretrato (1640), Museo de BBAA, Valencia


Las desastrosas consecuencias que los endogámicos acuerdos matrimoniales iniciados por los Reyes Católicos en el siglo XVI, véase entrada (27) UN ASUNTO DE FAMILIA, parece ser que no sirvieron de escarmiento alguno a la casa de Austria. Muy al contrario, a lo largo de todo el siglo XVII, la política matrimonial continuó con tan insana costumbre a pesar de las evidentes muestras de degeneración que, a menudo, en algunos de sus miembros se iban presentando.

Felipe IV (1655)

En 1649 el rey Felipe IV avanzaba un paso más en esta disparatada carrera contrayendo matrimonio con su sobrina, Mariana de Austria, una vez que ésta quedó libre del compromiso con su primo, el príncipe Baltasar Carlos, tras su temprana muerte en 1646.

Mariana de Austria (1652)

Por tanto, no es de extrañar que de los seis hijos habidos en el matrimonio cuatro murieran antes de cumplir los cuatro años de edad. De los otros dos, uno de los que alcanzaron la juventud, Carlos, sería conocido, ni más ni menos, con el sobrenombre de "el Hechizado", y aunque llegaría a reinar, eso sí, enfermo, falto de entendederas y estéril, llevaría desde entonces y ante la Historia el "honor" de haber acabado con la dinastía de la casa de Austria.

El príncipe Carlos (1661-1700), futuro Carlos II, a la edad de diez años.
Juan Carreño de Miranda (1671)

Sin embargo, la primogénita, una preciosa niña de ojos azules y cabello dorado, aparentemente, parecía que quedaría libre de la maldición que se cernía sobre el resto de sus hermanos.

Infanta Margarita (1654). Kunsthistoriches Museum, Viena

Nada más nacer y tentando de nuevo a la suerte, la pequeña infanta fue prometida en matrimonio a su tío, el futuro emperador de Austria, Leopoldo I. A falta de facebook la única forma de informar a la corte austriaca del aspecto físico de Margarita y de sus cambios con el paso de los años era mediante el retrato. Sólo la corte española podía permitirse el lujo de contar para tal cometido con un artista de la categoría de Velázquez que recién llegado de su segundo viaje por Italia, y tras dos años de ausencia, pondría en este cuadro mucho de lo visto y aprendido en tierras transalpinas. El primer retrato enviado a Viena nos muestra a la infanta con tan sólo tres años de edad. Lo que en manos de cualquier otro artista hubiera sido el inicio de una rutinaria serie de encargos en las manos del artista sevillano se convierte en una colección de magníficos retratos que, sin duda alguna, se encuentran entre lo mejor de su producción.

Velázquez, que por entonces contaba 55 años de edad, enfila la última etapa de su carrera. Este encantador retrato, quizá el mejor de todos los dedicados a la infanta, nos da una idea de la prodigiosa técnica alcanzada por el pintor en los últimos años de su vida y que nos hace recordar las palabras de Moratín referidas a ese otro gran pintor español en sus últimos años: "Goya, pinta que se las pela, sin querer corregir nada de lo que pinta". Basta para corroborar esta afirmación con contemplar ese milagro de pintura que se encierra en el sencillo jarrón de cristal situado sobre la mesa y que nos recuerda de forma inevitable a los maestros impresionistas que aún tardarían en llegar doscientos cincuenta años.

Infanta Margarita (1654). Museo del Louvre, París

En esta ocasión la destinataria del retrato es la reina de Francia, esposa de Luis XIII y hermana de Felipe IV, Ana de Austria. De diminutas dimensiones la autoría del cuadro es hoy en día discutida por algunos expertos que ven más presencia del taller del pintor, en especial de su yerno Martínez del Mazo, que del pincel del propio Velázquez (Más sobre esta cuestión AQUÍ). Polémicas aparte lo cierto es que el cuadro es una de las joyas más apreciadas del museo y cuenta con una curiosa leyenda según la cual Degas y Manet se habrían conocido en el Louvre mientras admiraban extasiados el cuadro del pintor sevillano. En la parte superior se puede apreciar los restos del nombre de la infanta añadido un día en letras de oro y retirado tras la reciente restauración.

Las Meninas (1656). Museo del Prado



Dos años más tarde la infanta protagonizaría el cuadro más famoso de su autor y una de las obras más geniales de toda la cultura occidental. Hablar de las virtudes de este gigantesco lienzo no viene ahora al caso, quizá en una próxima entrada. Tan sólo me gustaría llamar la atención acerca del cariño que el pintor debía sentir por esta niña para hacerla protagonista una vez más, y esta vez sin encargo de por medio alguno, de su obra más ambiciosa.



La Infanta Margarita (1656) Kunsthistorische Museum, Viena

Por la misma época en que Velázquez pintaba "Las Meninas" debió trabajar en este lienzo que, de nuevo, tenía como destino la corte vienesa. En este retrato la infanta, que por entonces contaba con cinco años, viste ya el guardainfante tan de moda en la corte española de entonces y en unos tonos similares al que aparece en "Las Meninas".

La Infanta Margarita en azul (1659) Kunsthistorische Museum, Viena

Un año antes de su muerte Velázquez plasmará una vez más, y ya veremos si es la última, a la infanta española a la edad de ocho años. Para esta ocasión Margarita viste un traje azul oscuro y plateado que permite al artista todo un despliegue de su virtuosismo técnico con unas pocas pinceladas. Si la plasmación de las distintas texturas en rostro, traje, mangas y manguito es soberbia no lo es menos la portentosa capacidad de Velázquez para conseguir los distintos volúmenes gracias a su peculiar tratamiento de las luces y dotar a toda la obra de la profundidad espacial tan característica del pintor.

La infanta Margarita (1660). Museo del Prado
Considerada, hasta hace pocos años, como la obra maestra de la técnica pictórica de Velázquez y su canto del cisne, sin embargo hoy en día, y siempre según los expertos, nada hace suponer que el pintor sevillano tuviera algo que ver en su realización. Obra, en un principio, iniciada por Velázquez se pensó durante años que fue terminada por su yerno y discípulo Juan Bautista Martínez del Mazo (1605-1667) a quién se debería la autoría tan sólo del rostro y del cortinaje carmesí del fondo. Sin embargo, difícilmente podría el taller finalizar una obra con el rostro del retratado cuando ésta era la parte del cuadro por donde siempre comenzaba, al igual que la mayoría de los pintores, el artista andaluz. Según otras versiones lo que en realidad hizo del Mazo fue retocar el rostro de la infanta que tras la muerte de Velázquez y al haber quedado la obra tanto tiempo detenida había cambiado sensiblemente de fisonomía. En realidad, y fuera quien fuese su autor, el retrato nunca fue enviado a Viena mandándose una copia, obra de Martínez del Mazo, de dimensiones más modestas cuatro años más tarde. El retrato, motivo de admiración por razones evidentes por todos los impresionistas, es de un impacto visual realmente fascinante y demuestra, si es cierto lo infundado de la autoría velazqueña, hasta que punto las maneras del maestro habían calado en su discípulo.

Juan Bautista Martínez del Mazo (1605-1667)
La infanta Margarita de luto (1666), Museo del Prado


Un año antes de partir para Austria y convertirse, por fin, en esposa de Leopoldo I, el rey Felipe IV fallece. Esta será la última ocasión en que la infanta sea retratada como tal y en suelo español.
Viendo la sobriedad y factura del cuadro de Martínez del Mazo, y comparándolo con el despliegue cromático y técnico del retrato de 1660, parece difícil creer que hayan sido realizados por la misma mano, pero si los entendidos lo dicen...

La infanta Margarita (1662-1664). Autor desconocido.
Kunsthistorische Museum, Viena


La infanta Margarita (1665). Gerard du Chateau(?).
Kunsthistorische Museum, Viena

Tras la muerte de Velázquez la infanta continuó siendo retratada por otros artistas. Nada como estas obras, de relativa calidad, para apreciar en su justa medida el valor de los retratos de Velázquez.

Leopoldo I (1640-1705). Benjamin von Block (1672).
Kunsthistorische Museum, Viena

El emperador Leopoldo I con vestimenta de teatro (1667). Jan Thomas
Kunsthistorische Museum, Viena

La emperatriz Margarita con vestimenta de teatro (1667). Jan Thomas
Kunsthistorische Museum, Viena

Huérfana de padre y de retratista la infanta llega en 1666, con tan sólo quince años, a la corte de los Habsburgo para convertirse en emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico. Es difícil imaginar los sentimientos de una joven adolescente que abandona su casa para casarse con su tío, once años mayor que ella y no muy agraciado físicamente, en un país extraño y a cientos de kilómetros de su hogar. Sin embargo, nada de melodramático hay en esta historia. Por lo visto el emperador Leopoldo I debió ser un tipo de lo más divertido. Para comprobarlo no hay más que ver los retratos que, al poco tiempo de la boda, se hicieron ambos monarcas con los trajes que habitualmente se empleaban en el teatro y en la incipiente ópera, espectáculos a los que ambos eran muy aficionados, para comprender el ambiente que reinaba en la corte vienesa tan diferente del más austero de la corte de los austrías españoles.
Sin embargo, poco duraría la felicidad de la imperial pareja. En 1673, y tras las complicaciones surgidas en su cuarto alumbramiento, fallecía Margarita a la temprana edad de veintidós años. Todos sus hijos morirían al poco de nacer. Tan sólo la segunda, Maria Antonia de Austria, llegaría a la "madurez" para morir, también de sobreparto, con la misma edad que su madre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que forma más divertida de aprender historia. Y ya te preguntaré sobre dudas que me han surgido, pero no lo hago por aqui, porque mi incultura es privada

XS dijo...

Gracias Segi, pero más te vale que tus dudas me las hagas por el blog...que Boccanegra sin internet no es nada.

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