Sir Thomas Lawrence (1769-1830) Autorretrato
El lamentable estado mental que el rey Jorge III presentaba
en 1811 obligó al parlamento británico a nombrar como
regente a su hijo y heredero Jorge. Este periodo que se
prolongó durante algo menos de una década hasta la
muerte del rey en 1820 se conoce hoy en día como
"Regencia" aunque algunos historiadores lo prolongan
hasta el final del reinado de Jorge IV en 1830.
El primero de 1814, año en que es nombrado caballero
de la orden del Toisón de oro, collar que ya luce en el
segundo. Es de suponer que ambos retratos satisfarían
plenamente al vanidoso príncipe.
Importantes artistas de todas las ramas del arte, sobre
todo en literatura, arquitectura y decoración, con el firme
apoyo del príncipe Jorge consiguieron hacer de estos
años una época con un estilo propio que llegaría a ser
conocido como “estilo regencia”. En 1811 Thomas Lawrence
ya era conocido en Londres como un gran pintor digno
heredero de los talentos de los otros dos grandes genios
del retrato inglés: Gainsborough y Reynols; convirtiéndose
en 1792 tras la muerte de este último en uno de los
pintores preferidos de Jorge III. Pero no sería hasta 1814
que alcanzaría la cima de su fama tras el encuentro con el
príncipe regente y la realización de varios retratos del
heredero. Para entonces el príncipe Jorge ya era todo un
dandy obsesionado con la tarea de convertirse en el
miembro de la realeza más elegante de toda Europa.
Para tan elevado propósito nada mejor que contar
con la inestimable colaboración de uno de los
personajes más curiosos del Londres de entonces:
George Brummel.
Cuando uno se coloca por primera vez ante un cuadro
de Lawrence no sabe muy bien qué es lo que más nos
asombra. Por una parte encontramos una perfección
en el dibujo y en la composición ciertamente admirables.
De otra la libertad en la pincelada, de suelto trazo pero
precisa, unida a un tratamiento del color de una
elegancia casi velazqueña. Y por último, lo que
podríamos llamar el “toque Lawrence”, el increíble poder
de captación de la personalidad del retratado: la elegancia
y la distinción en los retratos masculinos; el encanto y la
sensualidad en los femeninos; y la ternura y la inocencia
de los retratos infantiles. Pero quizá la característica
principal y común a todos ellos sea el gran poder de
seducción que estos cuadros poseen sobre quien los
contempla. La última cualidad, la que evidentemente
define a todo buen retrato aunque hoy no podamos
certificarlo, es el gran parecido que según las crónicas
éstos guardaban con sus modelos. Prueba de todo ello
son las palabras de Walter Scott para quién la mejor
forma de conocer a alguien, si no había posibilidad de
un encuentro personal, era a través de los cuadros de
sir Thomas Lawrence.
todo en literatura, arquitectura y decoración, con el firme
apoyo del príncipe Jorge consiguieron hacer de estos
años una época con un estilo propio que llegaría a ser
conocido como “estilo regencia”. En 1811 Thomas Lawrence
ya era conocido en Londres como un gran pintor digno
heredero de los talentos de los otros dos grandes genios
del retrato inglés: Gainsborough y Reynols; convirtiéndose
en 1792 tras la muerte de este último en uno de los
pintores preferidos de Jorge III. Pero no sería hasta 1814
que alcanzaría la cima de su fama tras el encuentro con el
príncipe regente y la realización de varios retratos del
heredero. Para entonces el príncipe Jorge ya era todo un
dandy obsesionado con la tarea de convertirse en el
miembro de la realeza más elegante de toda Europa.
Para tan elevado propósito nada mejor que contar
con la inestimable colaboración de uno de los
personajes más curiosos del Londres de entonces:
George Brummel.
Cuando uno se coloca por primera vez ante un cuadro
de Lawrence no sabe muy bien qué es lo que más nos
asombra. Por una parte encontramos una perfección
en el dibujo y en la composición ciertamente admirables.
De otra la libertad en la pincelada, de suelto trazo pero
precisa, unida a un tratamiento del color de una
elegancia casi velazqueña. Y por último, lo que
podríamos llamar el “toque Lawrence”, el increíble poder
de captación de la personalidad del retratado: la elegancia
y la distinción en los retratos masculinos; el encanto y la
sensualidad en los femeninos; y la ternura y la inocencia
de los retratos infantiles. Pero quizá la característica
principal y común a todos ellos sea el gran poder de
seducción que estos cuadros poseen sobre quien los
contempla. La última cualidad, la que evidentemente
define a todo buen retrato aunque hoy no podamos
certificarlo, es el gran parecido que según las crónicas
éstos guardaban con sus modelos. Prueba de todo ello
son las palabras de Walter Scott para quién la mejor
forma de conocer a alguien, si no había posibilidad de
un encuentro personal, era a través de los cuadros de
sir Thomas Lawrence.
Retrato de William Lamb
El Duque Armand de Richelieu (1795)
Arthur Wellesley (1769-1852). Primer Duque de Wellington
Arthur Atherley en 1791
Retrato de caballero (1805)
El retrato de Charles William Bell de 1796, uno de mis
preferidos, reune por si solo las principales virtudes de
la pintura de Lawrence: la libertad de la pincelada y la
sencillez de la composición que nos lleva a prestar toda
nuestra atención sobre el rostro del modelo; el rico
contraste cromático entre el rojo del fondo, el verde ceniza
de la chaqueta y el blanco de la corbata; y, por último, la
mirada perdida de Charles que al no dirigirla directamente
al espectador le confiere un aire plenamente romántico
George James Welbore Agar-Ellis
Robert Stewart (1769-1822), Segundo Marqués de Londonderry (1809)
Y aquí, el cuarto Marqués de Londonderry (1818) un joven Frederick William Steward, a la edad de trece años
El joven michael Daintry en 1810 con su uniforme de
aspirante a oficial de marina
1818. Retrato de George Charles Pratt
1800. El explorador escocés Alexander McKenzie
Viendo el retrato de David Lyon pintado en 1824 y que hoy
podemos contemplar en el museo Thyssen de Madrid se
comprende la sofisticación que imperaba en la moda
masculina durante la regencia. Nuestro amigo viste los
modernos pantalones que pocos años antes Brummell pusiera
de moda.
DIBUJOS
Prácticamente autodidacta, salvo sus años de estudio
en la Royal Academy (1787-1790), desde su más
temprana infancia demostró sus habilidades para
el retrato con lápices de cera y ya a los trece años
realizaba retratos con esta técnica al precio de una
guinea. Aquí os dejo algunas muestras de su talento.
Autorretrato
Isaac Cuthbert
Thomas Campbell (1809)
Adams Sydenham
Condesa Therese Czernin
Frederic Lock of Norbury Park
La gran tradición inglesa del grabado no tardó en llevar
a las prensas los ya famosos retratos del pintor de
Bristol. A continuación, algunos ejemplos.
Retrato de una joven
Henry, Barón de Brougham y Vaux
Humphry Davy (si quieres ver todos los detalles del grabado
pincha sobre la imagen)
EL RETRATO FEMENINO
Lady Peel (1827)
El retrato de la actriz Elizabeth Farren (1790) representa
el primer gran éxito del pintor y el inicio de su carrera
como retratista de la alta sociedad del momento
Mary, condesa de Plymouth (1817)
La condesa de Blessintong (1822)
EL RETRATO INFANTIL
Master Charles William Lambton (1825)
Napoleon-François Bonaparte (1818)
Uno de los retratos más curiosos de Sir Thomas, en el que descubrimos a un joven Rey de Roma, de tan sólo siete años de edad, ya exilado en Austria junto a su madre, la emperatriz Maria Luisa.
Napoleón II, como Bonaparte hubiera deseado que fuera conocido su hijo tras su segunda, y definitiva, abdicación nunca llegaría a reinar muriendo tempranamente a los veintiún años de edad. En 1940 Hitler entregó sus restos a la república francesa, en un más que discutible gesto, permitiendo, de esta forma, que descansaran junto a los de su padre en "Los Inválidos" de París.
Las hijas de la familia Calmady, Emily y Laura Anne (1825).
Uno de los retratos más encantadores del pintor y, según sus
propias declaraciones, su favorito. (La reproducción es bastante
buena, por lo que os recomiendo que pinchéis sobre la imagen
para disfrutar de todos los detalles de este precioso retrato)
Miguel Ángel, "Tondo Doni" (1504). No sé si en su visita a
Italia, en 1818, Thomas tuvo ocasión de acercarse a Florencia
y visitar esta famosa tabla de Miguel Ángel. De todas formas
las similitudes entre ambos cuadros son tantas (el formato
circular, el escorzo de la rodilla de ambos niños, el uso del
celeste y el rosa) que es imposible no caer en la tentación de
compararlos.
1 comentario:
Anonadada...
Mi género favorito, el retrato.
Maravillosos los grabados, y ...Qué maravilla de retratos! destilan romanticismo, delicadeza y exquisitez.
Y no lo hace menos el retrato que tu haces del autor.
Cada día pones el listón más alto.
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