martes, 9 de septiembre de 2008

(43) HAYDN & MOZART(2): unos cuartetos de ida y vuelta (2ª Parte)

Retarto de Franz Joseph Haydn pintado en 1792 por Thomas Hardy


Retrato realizado por Joseph Hickel en 1783. En la actualidad
se cree que la identidad del modelo, no documentada, podría
ser la
del músico de Salzburgo.



Mucha tinta han empleado los historiadores en relatar
las desavenencias y rivalidades surgidas entre artistas
de todas las épocas. En el caso de Mozart, quizá el más
manido de todos, sus tempestuosas relaciones con su
padre, sus patronos o sus colegas junto a las novelescas
circunstancias que rodearon a su temprana muerte, y
que ya todos conocemos, hacen de su personaje
protagonista ideal de obras de teatro, de películas e,
incluso, de óperas.

Sello alemán conmemorativo del 250 aniversario del
nacimiento de Mozart

Cualquiera que conozca algo de la vida de nuestro
compositor sabe que todas estas anécdotas pueden
ser válidas para Hollywood (maravillosa película, por
cierto) pero que distan bastante de la verdadera
naturaleza de Amadeus y de la de sus relaciones, sobre
todo en el campo artístico y profesional.
Hoy me gustaría centrarme precisamente en la hermosa
y fructífera relación, no sólo profesional y de mutua
admiración sino también amistosa, que a lo largo de su
corta carrera entablara con Franz Joseph Haydn. Una
relación que emociona no sólo por la importancia de sus
protagonistas sino también por lo que podría haber sido
y nunca fue.
El primer contacto con la música de Haydn lo tiene
Wolfgang prácticamente desde sus primeros años como
compositor y sobre todo a partir del año 1772 con la
aparición de los seis cuartetos op. 20 creados por el
músico de Rohrau. Mozart que tan sólo cuenta con
dieciséis años queda fuertemente impresionado no sólo
por la calidad de la obra sino también al comprobar las
posibilidades que ofrecen la agrupación de los cuatro
instrumentos de cuerda y que en el futuro estaría llamada
a ser la agrupación clásica por excelencia y la piedra de
toque de todo gran compositor. La primera reacción de
nuestro músico no se hace esperar y para el año siguiente
(1773) ya tiene compuesta toda una serie de seis cuartetos
(Kv 168-173).

Manuscrito de la fuga perteneciente al cuarteto en re menor Kv 173

Sin embargo para el encuentro personal entre nuestros
artistas aún tendremos que esperar hasta el año 1883 una
vez que Mozart, ya establecido en Viena de forma definitiva,
comience a prodigarse por salones y palacios dando a
conocer algunas de sus obras. Es muy probable que para
entonces ambos coincidieran en una de las veladas
musicales celebrada en casa de algún noble en una de
esas
pocas ocasiones en las que Haydn se acercaba a
Viena.

Nos queda la crónica de uno de estos encuentros en los
que precisamente los dos coincidieron interpretando
varios cuartetos en el que las diversas partes se repartían
de la siguiente manera:

Primer violín:.........................Haydn.
Segundo violín:.....................Dittersdorf.
Viola......................................Mozart.
Violoncello.............................Vanhal.

En 1884 la relación entre ambos traspasa el terreno de lo
estrictamente musical al ingresar ambos en sendas logias
masónicas si bien es verdad que el entusiasmo de Haydn
por estas sociedades secretas duraría tan sólo tres años.
Para entonces el reconocimiento de la obra y del talento
de cada uno de ellos era mutuo. La admiración que Haydn
iba sintiendo ante cada estreno de su colega llegaría a su
punto culminante en 1785.
Varios años atrás, en 1781, Haydn había presentado una
nueva serie de seis cuartetos, los llamados “cuartetos
rusos” (Op. 33), obras que con toda seguridad interpretaría
junto con Mozart en las veladas antes referidas y que debieron
causar honda impresión en él. Para Wolfgang el conocimiento
de esta música así como la posibilidad de ganar terreno en el
dificil mundo musical vienés fue estímulo más que suficiente
y en poco tiempo publica su nueva colección de seis cuartetos:
Kv 387, Kv 421, Kv 428, Kv 458, Kv 464 y Kv 465.

Portada de la primera edición de los cuartetos catalogados
con el número de opus del registro personal del compositor
anterior a la reordenación que Ludwig von Köchel realizará
en el siglo XIX

Famosa es la dedicatoria con la que Mozart quiere honrar
a su admirado Haydn y que emociona no tanto por su
elaborada retórica como por el hecho de ser una de las primeras
ocasiones en las que un artista dedica su obra a otro y no a un
miembro de la nobleza como era habitual:

Un padre que decidió enviar a sus hijos al gran mundo,
estimó que debía confiarlos a la protección y a la guía de
un Hombre de fama, el cual por suerte fuera además su
mejor amigo. Ten aquí pues, Hombre célebre y amigo
queridísimo, a mis seis hijos (…) ¡Te ruego los acojas
benignamente y seas para ellos Padre, Guía y Amigo! (…)
te suplico sin embargo mirar con indulgencia los defectos
que al parcial ojo de un Padre pueden haberse ocultado y
de continuar, a pesar de todo, tu generosa Amistad con
quién tanto la aprecia, mientras queda de todo Corazón
tu sincerísimo Amigo
W.A. Mozart
Viena el p.mo Septiembre 1785

Recreación de un cuarteto de cuerda clásico realizada en el siglo XIX

Ya unos meses antes Haydn había tenido la oportunidad
de conocer las obras de primera mano interpretando los
tres últimos cuartetos junto con su autor. Esa misma
noche Leopoldo Mozart, que había llegado desde Salzburgo
para asistir a la velada, una vez terminado el concierto
pudo escuchar de labios del propio maestro Haydn la
entusiasta impresión que la música de su hijo acababa
de producirle:

“Ante Dios y como hombre honesto que soy os digo que
vuestro hijo es el más grande compositor que conozco
en persona o de nombre: tiene gusto, y, más aún, el más
profundo de los conocimientos sobre composición”.

Ahora es el joven compositor el que dejará cierta huella
en el consagrado maestro como se puede comprobar en la
serie de cuartetos compuesta por Haydn para el rey
Federico Guillermo II de Prusia en 1787 como opus 50.
Como no podía ser de otro modo el joven salzburgués
siguiendo fiel la estela de su colega también para el mismo
rey compondrá en 1790 sus "cuartetos prusianos" (Kv 575,
Kv 589 y Kv 590) aunque en esta ocasión la tradicional
serie de seis quedará reducida a tan sólo tres.

LA DESPEDIDA

A finales de 1790 Haydn contratado por el violinista y
empresario Johan Peter Salomon parte hacia Londres
con la intención de estrenar algunas de sus obras, entre
ellas varias sinfonías, las que luego serán conocidas como
la nº 93 a la nº98.
Músico y empresario tratan en vano de convencer a Mozart
para que se una a ellos dejando en el aire la posibilidad de
un viaje para el año 1792.
Como ya todos sabemos tal viaje nunca llegaría a realizarse.

Aunque la muerte terminara con la relación entre ambos
genios, sin embargo, a través de la música, siempre
continuaron en cierto modo unidos.
La muerte de Mozart sorprendió a Haydn como ya
sabemos en Londres. Tremendamente conmocionado
por la muerte de su amigo podemos escuchar el sentido
homenaje que el compositor le rinde en el adagio de su
sinfonía nº 98. Donde algunos creen escuchar el “Dios
salve al rey” nosotros preferimos oír el “Agnus Dei” de
su misa de la coronación.
Haydn viviría aún dieciocho años más falleciendo en mayo
de 1809 con Napoleón a las puertas de Viena. Vivió por
tanto cuarenta y dos años más que su admirado colega.
Produce escalofríos imaginar tan sólo lo que Mozart nos
podría haber legado en esos años. De haber vivido los
mismos años que Haydn nuestro músico habría fallecido
¡en 1833! seis años después que Beethoven.
Los funerales por Haydn se celebraron en Viena en la
iglesia de los escoceses. Adivinad que misa de Requiem
fue interpretada.


EPÍLOGO


El supuesto cráneo de Mozart

A tan sinceros amigos y viajeros músicos el destino les
tenía preparada una póstuma y macabra broma. Pocos
años después de su muerte la tumba de Haydn fue
profanada por orden de “científicos” simpatizantes de
teorías próximas a la frenología y que buscaban en la
morfología de los cráneos de personas ilustres la
explicación a las capacidades mentales del hombre.
La cabeza del ilustre compositor comenzó entonces
una larga peregrinación que tan sólo finalizaría en
1958 cuando el cráneo fue devuelto a su tumba.
Algo similar sucedió con la testa de su colega. Encontrada
supuestamente algunos años después de haber sido
enterrado en una fosa común el cráneo de Mozart inició
su particular peregrinaje pasando de mano en mano al
igual que la de su querido colega. Aún hoy en día, a
pesar de las numerosas pruebas de ADN realizadas,
se desconoce la auténtica identidad de la calavera.

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