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Muchas veces me he preguntado si podría vivir en otra ciudad que no fuera Sevilla, y la respuesta que obtengo siempre es la misma: sí, claro ¿pero, en cuál?
Todos, alguna vez, hemos tenido la misma fantasía ¿Pero, somos en realidad libres para elegir el lugar donde vivir? Puede ser, aunque no hay más que mirar a nuestro alrededor para dudar de tal afirmación. De lo que no hay duda es de que la ciudad donde nacemos y donde pasamos nuestra infancia no se puede elegir.
Se dice que somos de aquel lugar donde se forjan nuestros recuerdos de la niñez, y los míos, para bien o para mal, son de Sevilla. No sé si en otro lugar hubiera podido ser más feliz, es posible, pero de lo que estoy completamente seguro es de que hoy yo no sería el mismo.
Mi infancia, al igual que la cantada por el poeta, también son recuerdos de un patio sevillano. Patio donde, en las húmedas mañanas de febrero, el penetrante olor de las naranjas pisoteadas y esparcidas por el suelo lo inundaba todo.
También son recuerdos del tibio sol de invierno que a primera hora del día bañaba el aula donde aprendí a leer y a escribir. Recuerdos del baby a rallas azul y de la bizcochada con chocolate que furtivamente, mis hermanos se reirán por ésto, me zampaba agazapado tras la tapa de mi pupitre incapaz de esperar a la hora del recreo. ¡Ésa sí que era una magdalena y no la de Proust!
Hoy la pequeña casita que albergaba el colegio ya no existe, la especulación también se la zampó, y en su lugar un enorme bloque intenta borrar los más hermosos recuerdos de mi niñez.
Ahora que el largo peregrinar, demasiado largo, del invierno llega a su fin la ciudad y todos nuestros sentidos despiertan. La primavera llega y yo me entrego a ella. Con mi reluciente cámara nueva quiero rendir un homenaje a la ciudad donde crecí y a la ciudad donde aprendí a sentir como creo que ninguna otra puede enseñarte a hacerlo.
Ante los olores y la calidez del aire de marzo la cámara nada puede hacer, pero lo que sí puede captar son los materiales con los que está hecha mi ciudad: los colores y las texturas de las calles por donde mi vida pasea.
EL AZULEJOTodos, alguna vez, hemos tenido la misma fantasía ¿Pero, somos en realidad libres para elegir el lugar donde vivir? Puede ser, aunque no hay más que mirar a nuestro alrededor para dudar de tal afirmación. De lo que no hay duda es de que la ciudad donde nacemos y donde pasamos nuestra infancia no se puede elegir.
Se dice que somos de aquel lugar donde se forjan nuestros recuerdos de la niñez, y los míos, para bien o para mal, son de Sevilla. No sé si en otro lugar hubiera podido ser más feliz, es posible, pero de lo que estoy completamente seguro es de que hoy yo no sería el mismo.
Mi infancia, al igual que la cantada por el poeta, también son recuerdos de un patio sevillano. Patio donde, en las húmedas mañanas de febrero, el penetrante olor de las naranjas pisoteadas y esparcidas por el suelo lo inundaba todo.
También son recuerdos del tibio sol de invierno que a primera hora del día bañaba el aula donde aprendí a leer y a escribir. Recuerdos del baby a rallas azul y de la bizcochada con chocolate que furtivamente, mis hermanos se reirán por ésto, me zampaba agazapado tras la tapa de mi pupitre incapaz de esperar a la hora del recreo. ¡Ésa sí que era una magdalena y no la de Proust!
Hoy la pequeña casita que albergaba el colegio ya no existe, la especulación también se la zampó, y en su lugar un enorme bloque intenta borrar los más hermosos recuerdos de mi niñez.
Ahora que el largo peregrinar, demasiado largo, del invierno llega a su fin la ciudad y todos nuestros sentidos despiertan. La primavera llega y yo me entrego a ella. Con mi reluciente cámara nueva quiero rendir un homenaje a la ciudad donde crecí y a la ciudad donde aprendí a sentir como creo que ninguna otra puede enseñarte a hacerlo.
Ante los olores y la calidez del aire de marzo la cámara nada puede hacer, pero lo que sí puede captar son los materiales con los que está hecha mi ciudad: los colores y las texturas de las calles por donde mi vida pasea.
Azulejos en un banco de los jardines de los RR.AA
Zócalo de azulejos en el Patio de las Doncellas. RR.AA
Dos fragmentos de sendos zócalos. Museo de BB.AA
Friso de cerámica vidriada en el chalet "Las Palmeras"
EL LADRILLO
Arcos lobulados en la iglesia de Santa Catalina
Hojarasca de ladrillo tallado. Capilla de los Luises. Calle Trajano
Ladrillo cortado, terracota y piedra imitando azulejo en la capilla de San José
LA MADERA
Madera policromada en un portón del Patio de las Doncellas. Reales Alcázares
Artesonado perteneciente a uno de los claustros del museo de BB.AA
Puerta de madera tallada. Museo de BB.AA
EL PAPEL
Cartel cofrade a las puertas de San Ildefonso
LA PIEDRA
El mármol italianizante de la "Casa de Pilatos"
La piedra "tallada" por el tiempo en el convento de Santa Isabel
Estela conmemorativa en la base de una de las columnas de la Alameda de Hércules
Derrame derecho de la puerta sur. Iglesia Omnium Sanctorum
La piedra unida al mármol. Museo de BB.AA
Zócalo con ruedas de molino en la calle Aire
S.P.Q.HIS. La Sevilla más romana
Más filigrana plateresca en el Ayuntamiento
EL YESO
Tres ejemplos de frisos de yesería en los "Reales Alcázares"
EL METAL
Reja en el interior de la Catedral
Lacerías y atauriques en la chapa de bronce de la "Puerta del Perdón"
Hierro forjado en la plaza de Santa Cruz
EL COLOR
Colores tierra en la Iglesia de San Vicente
La belleza de un gran desconchón en San Felipe Neri
Rojo y negro en la puerta de "La Carbonería"
Festival de colores en la iglesia del Divino Salvador
Paredes encaladas y azul cielo en Santa Cruz
La cal y el amarillo albero en la Capilla del Museo
Verde de arrayanes en el museo de BB.AA
Verde verdina con peces de colores en el alcázar
El verde y el naranja más sevillano. Para el azahar aún queda mucho
...Y EL AGUA
Pileta en los RR.AA
3 comentarios:
Chapeau! Boccanegra. Esta María del Águila que soy yo, está emocionada de verdad. Porque yo soy de Alcalá, pero a Sevilla la llevo en el corazón.
Precioso. A mí me pasaba lo mismo, el bocadillo de chorizo (naturalmente, de Pamplona) nunca llegaba a la hora del almuerzo.
Es verdad que la ciudad o el pueblo en donde uno ha nacido y crecido se llevan en un sitio privilegiado y muy especial del corazón. En todo caso, yo creo que se vaya a donde se vaya a vivir uno, la felicidad no está en la ciudad misma, es mucho más sencillo que eso: Si tú quieres a la ciudad, la ciudad te querrá a ti. A mí me ha pasado, y también con sus habitantes y habitantas, miembros y miembras. Un beso Boccqui! Te quiero tanto como a Sevilla. Uffffffffffff la primaveraaaaaaaaaaaaa
Poética entrada y bella,a veces hay que pararse y ver todo lo que tenemos a nuestro alrededor..estoy de acuerdo con lo que dices...podríamos ser de cualquier lugar,pero estamos mediatizados por lo que somos y seremos en nuestro lugar.Somos irrepetibles,pero si hubieramos nacido en un entorno rural,tendríamos visiones distintas...
Una cosa, la foto de la calle Trajano...hay una especie de pensador a lo Roden justo al lado de donde has hecho tu foto,siempre me fijo cuando paso,que cosas que tiene la vida...jeje.
Besitos
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