viernes, 6 de febrero de 2009

(77) TARSICIO BERTONE Y ZP

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Llevo todo el día dándole vueltas al asunto y, por más que lo pienso, no entiendo a qué se debe el revuelo levantado con la visita del secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Tarsicio Bertone. Ante todo me asombra el que desde amplios sectores, los más conservadores, por cierto, de nuestra sociedad se haya criticado el muy cordial recibimiento y las atenciones prestadas por nuestro presidente al segundo de Benedicto XVI. Términos como “hipocresía” o “falta de coherencia” han corrido de boca en boca reprochando a nuestro jefe de gobierno el que no tratara a su invitado con una mayor frialdad o con un distanciamiento más en consonancia, al parecer, con la cruzada laicista en la que Zapatero nos ha embarcado ¿Hipocresía y falta de coherencia? ¿Con la Iglesia Católica? ¿Pero, no son estos modos con los que la diplomacia vaticana ha sido, a lo largo de sus más de dos mil años de existencia, hábilmente, y mejor que ninguna otra, adiestrada?
Y todo porque monseñor Bertone ha llegado a España con la intención de llamar al orden al gobierno de nuestro país y propinar a ZP un tirón de patillas por su empeño, según algunos, en acabar con viejos y enfermos terminales, en fomentar el negocio de las clínicas abortivas, en casar a peras con manzanas y en terminar con todo vestigio, por mínimo que éste sea, de lo que algunos, en exclusiva, entienden por "familia".
O será quizá, por el asunto de esa asignatura cuyos contenidos, asunto verdaderamente lamentable,
tanto trabajo nos está costando a todos consensuar. Qué curioso resulta todo ahora cuando muchos, demasiados en este país, parecen haber olvidado aquellos años (no hace tanto tiempo de ésto) en los que, a esta misma Iglesia, parecía no temblarle el pulso al firmar aquellos concordatos en los que, entre otros muchos asuntos, se contemplaba la enseñanza obligatoria del catecismo.
Y ante ésto Boccanegra pregunta: ¿es lícito, según las más elementales normas que rigen el derecho internacional, que un estado interfiera en las leyes y en las decisiones tomadas por otro? ¿Qué ocurriría si Sarkozy, por elegir algún mandatario al azar, viniera a nuestro país a presionarnos sobre alguna cuestión interna, por mínima que esta fuera, y a decirnos qué leyes son válidas y cuáles no?
Por cierto, y ya que sale el presidente francés a relucir: ¿no es digna de reflexión la consigna del papa de apoyar el "laicismo positivo", a lo Sarkozy, y rechazar el "laicismo militante", a lo Zapatero?
¡Qué viejo zorro estás hecho, Benedicto!


Sarkozy intentando convencer a Benedicto XVI de que los franceses con la "revolución" tan sólo querían hacer unas risas, pero que, al final, todo se les fue de las manos

Pero, además de toda esta sinrazón, y en relación con otros asuntos de bastante más peso, me surgen otras preguntas: ¿a qué tipo de estado representa Tarsicio Bertone? ¿es el Vaticano una de las democracias con más prestigio del planeta o, por el contrario, su forma de gobierno y de elección de sus altos cargos está más próxima a lo que se conoce como teocracia? ¿es el Vaticano el estado más adecuado para indicar como otros deben legislar cuestiones tan importantes para los ciudadanos, como pueden ser el aborto o el matrimonio homosexual, cuando uno de sus máximos referentes, según reza uno de los dogmas de su Credo-Constitución, fue fecundada por una paloma y mientras sus habitantes, o bien permanecen célibes toda su vida, o bien , si se casan, con quien contraen matrimonio es, ni más ni menos, que con el mismísimo Dios.
Y por último, una cuestión no menos interesante: ¿qué reacción despertaría entre los ahora tan complacientes sectores católicos de nuestra nación si esta visita, y sus correspondientes reproches, vinieran de otra nación gobernada, al igual que la Santa Sede, de forma teocrática, tal y como ocurre, pongamos por caso, con Irán?


¡Viva la diplomacia!

Y toda esta inaceptable intromisión es justificada desde un gran sector de la población y desde numerosos medios de comunicación por la tan manida cuestión de la catolicidad española. Correcto, gran cantidad de españoles son católicos ¿cuántos? Muchos, es verdad.
Pero, y de nuevo las preguntas se amontonan: ¿deben las cuestiones de fe presionar hasta el punto de sustituir éstas al debate político? ¿por qué los católicos, si tan numerosos son, no crean un partido político y, sin ambages de ningún tipo, defienden sus posturas en el parlamento? Sí, ese bonito edificio que, por si alguien no lo recuerda, sirve para discutir las normas que nos deben gobernar a TODOS y que algunos, más amigos de la imposición, de la exclusión y del escándalo, parecen despreciar.

Ah, que este partido ya existe.
Pues, que hable y que convenza.
Y por cierto, y ya para terminar, no estaría de más recordar, y poco me importa si me incluyen entre sus votantes por ello, que nuestro actual presidente llegó, por segunda vez, al poder por incluir temas tan controvertidos como los que ahora nos ocupan en su programa electoral.

Ah, y por sacar más votos que su adversario.
Al César lo que es del César y a Dios... rogando y con... la Iglesia hemos topado, amigo Boccanegra.

2 comentarios:

Amayismo dijo...

BRAVO! No tengo nada más que decir. Te has salido, Boccquita

Amayismo dijo...

... bueeeeeeeeeno, y ahora que ya he terminado voy a volver a poner volúmen en el audio... jeje! MUA

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